viernes, 8 de noviembre de 2013

Crítica a la televisión nacional

Los mensajes que se desarrollan en las pantallas de la televisión colombiana son el símbolo evidente de nuestro pensamiento limitado sobre pluralidad cultural.

En un país donde la forma predomina sobre el fondo, la televisión nacional refleja lo poco que se ha avanzado en civilización y sociedad. En todo el mundo, los derechos humanos y la inclusión social son la comidilla de lo supuestamente bueno, pero en realidad ¿estamos preparados como país para ver un afro, un homosexual o un indígena como protagonista?

La respuesta, como siempre, depende de nuestra capacidad de madurez. Pero aún le echamos la culpa a lo que es diferente a nosotros. Vivo ejemplo de que en el país importa quién lo dice por encima de lo qué dice. Una razón por la cual atacamos a las personas y no a sus ideas.

En Colombia los formatos audiovisuales carecen de creatividad, viven estancados en los mismos ideales sociales, que de principio de siglo ilustraron a la televisión nacional. Bety la fea, Pedro el escamoso y la comedia Sábados Felices –que es un caso aparte- fueron llamativos. Sin embargo, olvidamos que la brillantez que los consagró, años atrás, ahora son repudiable. Parecemos traducir su mismo lenguaje a nuestro contexto, ¿qué pasó con nuestra capacidad creativa y de asombro?

Ahora la pantalla nacional pretende construir una identidad reevaluada y poco ortodoxa. Sensible para nuestra óptica de “Porno-miseria”, como afirma el profesor Omar Rincón. Caminamos a pasos lentos, detrás de las parrillas de programación de grandes cadenas televisivas INTERNACIONALES. Condenados a recibir las migajas de programas extranjeros
.
La excusa de que las narco-novelas son una apuesta por la memoria histórica del país, ya no es creíble. El tema es monetario, nada más. Esa misma narración está en los libros de historia, en documentales, incluso en la prensa silenciada de la época. No hay necesidad de vender y re-vender la línea argumentativa que coloca como héroe al matón más malo del país.

En tal caso no resulta descabellado decir que en Colombia se sabe más de paras y narcos que de libertad y derechos humanos. Eso lo muestra la actualidad televisiva nacional que necesita subir hasta la ficción nuestro oscuro pasado, ¿no nos basta con la realidad? Claro que no. Vivimos encerrados en un país de las maravillas en forma rectangular y digital. La única democracia que sentimos es la que se hace con un control remoto.


De cualquier forma, una de las propuestas sería empezar a vernos como constructores de un nuevo pensamiento social que incluya a las personas de otro género, raza o sociedad y dejar a un lado los eufemismos reutilizados sobre narcotráfico con el pretexto de ser un aporte auténtico para el país.


Utilizamos eufemismos para los eufemismos.

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