Los mensajes que se
desarrollan en las pantallas de la televisión colombiana son el símbolo
evidente de nuestro pensamiento limitado sobre pluralidad cultural.
En un país donde la forma
predomina sobre el fondo, la televisión nacional refleja lo poco que se ha
avanzado en civilización y sociedad. En todo el mundo, los derechos humanos y
la inclusión social son la comidilla de lo supuestamente bueno, pero en
realidad ¿estamos preparados como país para ver un afro, un homosexual o un indígena
como protagonista?
La respuesta, como siempre,
depende de nuestra capacidad de madurez. Pero aún le echamos la culpa a lo que
es diferente a nosotros. Vivo ejemplo de que en el país importa quién lo dice
por encima de lo qué dice. Una razón por la cual atacamos a las personas y no a
sus ideas.
En Colombia los formatos
audiovisuales carecen de creatividad, viven estancados en los mismos ideales
sociales, que de principio de siglo ilustraron a la televisión nacional. Bety
la fea, Pedro el escamoso y la comedia Sábados Felices –que es un caso aparte-
fueron llamativos. Sin embargo, olvidamos que la brillantez que los consagró, años
atrás, ahora son repudiable. Parecemos traducir su mismo lenguaje a nuestro
contexto, ¿qué pasó con nuestra capacidad creativa y de asombro?
Ahora la pantalla nacional
pretende construir una identidad reevaluada y poco ortodoxa. Sensible para
nuestra óptica de “Porno-miseria”, como afirma el profesor Omar Rincón.
Caminamos a pasos lentos, detrás de las parrillas de programación de grandes
cadenas televisivas INTERNACIONALES. Condenados a recibir las migajas de
programas extranjeros
.
La excusa de que las
narco-novelas son una apuesta por la memoria histórica del país, ya no es
creíble. El tema es monetario, nada más. Esa misma narración está en los libros
de historia, en documentales, incluso en la prensa silenciada de la época. No
hay necesidad de vender y re-vender la línea argumentativa que coloca como
héroe al matón más malo del país.
En tal caso no resulta
descabellado decir que en Colombia se sabe más de paras y narcos que de
libertad y derechos humanos. Eso lo muestra la actualidad televisiva nacional
que necesita subir hasta la ficción nuestro oscuro pasado, ¿no nos basta con la
realidad? Claro que no. Vivimos encerrados en un país de las maravillas en
forma rectangular y digital. La única democracia que sentimos es la que se hace
con un control remoto.
De cualquier forma, una de
las propuestas sería empezar a vernos como constructores de un nuevo
pensamiento social que incluya a las personas de otro género, raza o sociedad y
dejar a un lado los eufemismos reutilizados sobre narcotráfico con el pretexto
de ser un aporte auténtico para el país.
Utilizamos eufemismos para
los eufemismos.

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